jueves, 15 de octubre de 2009

Las lágrimas de la Virgen de las Lágrimas

En las relaciones de los hombres con el Templo se dan varias actitudes: unos, respetuosamente o no, se mantienen al margen, indiferentes u hostiles ante lo que consideran un aparato de poder edificado sobre la credulidad de las gentes sencillas; otros guardan un distanciado respeto por lo que, a pesar de lo que de justificado haya en la actitud anterior, a su juicio representa no sólo una fe hondamente sentida por una parte, muchas veces desdichada, de su propio pueblo sino, además, un rasgo importante de la identidad cultural del mismo; otros, simple y honradamente, creen, y con su fe contrapesan carencias culturales o la inseguridad que les genera un mundo en gran parte inexplicado, complicado, al tiempo que proyectan sobre ella los ideales de justicia y amor, insatisfechos en el acontecer diario de un mundo patentemente imperfecto – para estos, en el Templo, llegan hasta el Altar, y de allí no pasan -; finalmente existe la ralea de los que traspasan la línea del Altar y se mueven familiarmente por sacristías, coros y trascoros. ¡Están tan habituados a la sagrada tramoya que con la excusa del servicio del Altar terminan por poner el Altar a su servicio!

Olvidémonos de ateos, agnósticos, anticlericales, infieles y otros enemigos de Dios: no hallaremos mayor incrédulo que cualquiera de esos meapilas. Sordos y ciegos, desesperanzados ante el clamoroso silencio de Dios, procederán primero a fabricar becerros de oro, ídolos mudos, y más tarde, no satisfechos con ello, los harán gesticular y hablar por la propia voz de los falsarios y lógicamente en su propio provecho, convirtiendo así a la divinidad representada en macabra marioneta y a la religión, en espectáculo de títeres.

Abunda en nuestro país este género de sacra farándula: cristos articulados, imágenes con pelo o piel humanos, vírgenes con amplio guardarropa de quita y pon, imágenes que, llevadas en andas, simulan patéticos encuentros … ¿Qué persona con un mínimo de sensibilidad no se habrá estremecido de horror ante el truculento espectáculo en que las azarosas oscilaciones de un trozo de palo convertido en virtud de la blasfema tramoya nada menos que en el mismísimo BRAZO DE DIOS, deciden la libertad de uno (un hombre) de entre varios presos? Si el mismo Dios puede hacer de ruleta macabra de la libertad ¿cómo no habrá de caer este pueblo en el culto del fatalismo, del azar y de la lotería?

Razón tenía la vieja Biblia al prohibir en el segundo de los diez mandamientos – luego suprimido por el cristianismo y desdoblado otro en dos para que siguieran sumando diez – la fabricación de imágenes o ídolos. Hazte una imagen y acabarás en esta parafernalia de idolatría en que la imagen termina valiendo para la gente más que el concepto o la persona que dice representar. Así dijo Moisés que le dijo Yavé como segundo mandamiento del decálogo: “No te harás esculturas ni imagen alguna de lo que hay en lo alto de los cielos, ni de lo que hay abajo sobre la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra” (Éxodo 20-4). Sabio consejo que de ser seguido, como lo fue en sus orígenes, hubiera evitado la deriva hacia la idolatría y el politeísmo práctico que significa el catolicismo en su versión más popular.

La Virgen de las Lágrimas llora sangre en Granada en vísperas de unas elecciones autonómicas en que la victoria del PSOE está cantada. ¡Qué falta de respeto a la fe del pueblo! ¡Qué sacrílega afrenta a la propia divinidad, si existe, la de la mano impía que desde la impunidad de la sacristía que le es tan familiar sale nocturnamente a pintar falsos signos de Dios sobre un bloque de madera!

Hay que ser prudentes al juzgar cosas como éstas. Puede ser una falsificación” – susurra enigmática la jerarquía.

¡Qué prudencia ni qué leches, señor Obispo! Lo que tendrían que hacer si tuvieran vergüenza es denunciar sin más la sacrílega mixtificación. A no ser que quieran seguir fundando su religión en la manipulación de la ignorancia y la superstición. Si es así no pretendan respeto alguno de parte de quienes, sin compartir las creencias, amamos a nuestro pueblo.

Y a vosotros, señores y señoritos manipuladores, os digo que si, que Dios llora en efecto sobre Andalucía frecuentemente, pero no se encarna en imágenes de palo. Buscad el llanto de Dios en los ojos rojos de las mujeres de los jornaleros en paro, en los de las madres andaluzas que han parido hijos para la emigración y la pobreza. Y ¡estremeceos! también en la lágrima que mata con rabia al nacer de su lagrimal el puño del hombre andaluz herido por la injusticia, también en esa lágrima alumbra la Ira Sagrada de un dios que apenas puede soportaros más.

16 de mayo de 1982

viernes, 2 de octubre de 2009

El informe 'Gürtel'. Corrupción de un partido y de sus electores

Comentario a noticia en Público - versión digital

Estamos viendo, ya casi sin lugar a duda, la corrupción hondamente anclada en la misma entraña de un partido político: el Partido Popular. Era de temer para cualquier persona atenta a la actualidad política porque ha venido precedido por una larga retahila de casos en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Pero lo más relevante del caso para mí se centra en tres cuestiones:

1) La reacción de la cúpula del partido. Si todavía se acepta la hipótesis de que queda un núcleo sano en el PP hubiera sido de esperar que mirando al futuro la cúpula se hubiera esforzado en una tarea de cirugía para sanear el colectivo eliminando sin piedad a quienes tanto daño les están haciendo a su partido y al país. Pero en lugar de ello se abrazan sin dudar a su tejido corrupto y arremeten contra todo dios que ejerza la denuncia o la crítica dentro o fuera del partido. Aparte de quedar toda la cúpula en entredicho con esta conducta, conducen a la formación con paso firme hacia el abismo.

Es posible que su hipótesis de cálculo sea que buena parte del país da la corrupción por presupuesto. Puede que en parte tengan razón, - es lo que destaco en el apartado 3: - a ellos aún no les ha tocado pagar en votos una factura como la que pagó el PSOE por el GAL y demás corrupciones ligadas a Roldán, etc.; ya que es muy probable en efecto que el electorado del PP sea menos estricto que el del PSOE al juzgar y condenar este tipo de delitos; así al menos parecen revelarlo el resultado de elecciones posteriores a los escándalos de corrupción urbanística en que se ha visto envuelto aquel partido de forma muy destacada sobre cualquier otro. No obstante el caso puede írseles de las manos sin que les valgan estos indignos cálculos.

2. La actitud y el proceder de algún juez. Una auténtica vergüenza para la judicatura, que de no desmarcarse con un claro gesto de repudio puede quedar contaminada, porque la calificación del proceder de de la Rúa es de catón - no es necesario ser especialista en ninguna rama complicada del Derecho para hacerla. El rechazo de cualquier persona sana es inmediato en primer lugar por no inhibirse aquel antes de juzgar a un amigo declarado, y en segundo, por ignorar investigaciones de los jueces instructores y la Policía y retorcer el mismo concepto de cohecho impropio, tras de dar por probadas, eso sí, las dádivas a Camps de contratistas amigos que fueron beneficiados por su Administración con contratos privilegiados.

3. La actitud del electorado de ese partido. Su conducta es para mí lo más preocupante. El electorado del PP se ha mostrado de forma reiterada insensible a casos patentes de corrupción y ha seguido votando a los corruptos. Frente a quien sostiene el carácter "inocente" del cuerpo electoral pienso que una conducta sostenida insistentemente por esa parte del cuerpo social, muy dificilmente atribuible a la ignorancia, apunta más bien en la dirección de un encanallamiento colectivo, de una auténtica complicidad con el decaimiento moral que augura un futuro muy negro para España. Porque en este caso no estamos hablando ya de un grupo, de una cúpula o de un partido sino de capas sociales muy amplias.

Podría hablarse de alienación colectiva conducida por los medios afines a los corruptos, de votos cautivos o de irresponsabilidad social, pero como explicación me parece insuficiente. La asunción profunda del amiguismo, del favor mutuo, del enchufe, del caciquismo, de seguir al que ostenta poder real porque al final siempre te arrojará una migaja que te compense no solo es cosa de la Cosa Nostra italiana, napolitana, calabresa, etc., está también hondamente afincada en la experiencia, en la gramática parda hispana. Aquí sólo se exigirá honestidad al político que quiera cambiar las cosas, al rojo. Para los caciques de siglos y siglos los españoles serviles – que afortunadamente no son todos, pero a veces son bastantes – ellos, los serviles, solo tienen sumisión, acatamiento y complicidad de lacayo.

No, el electorado suele ser todo menos inocente: no olvidemos que Hitler subió al poder por los votos del sufragio universal, y Berlusconi, y el peor Bush, y Aznar. Hay ominosas responsabilidades colectivas en un país en eterna cruzada. Da por igual asco y miedo.