martes, 15 de septiembre de 2009

Las costumbres de los Hombres de Presa – II

Sexo y reproducción

El hombre de presa en este asunto sabe separar también, perfectamente, ocio de negocio, obligación de devoción, reproducción de satisfacción sexual.

La primera, la reproducción, se integra en el negocio y como tal tiene carácter estructural y sagrado. La realiza en una institución consagrada al efecto, pilar fundamental de la arquitectura del poderoso sistema vital de los hombres de presa: el matrimonio.

El matrimonio se constituye con base en criterios rigurosamente objetivos, de los que es preciso eliminar cualquier veleidad sensual, subjetiva. Se trata de perpetuar con la máxima fidelidad y la máxima seguridad el patrimonio genético del hombre de presa y, al tiempo, consolidar mediante el oportuno contrato nupcial su patrimonio económico. Todo ello sin perjuicio de que los nuevos adelantos en ingeniería genética – reproducción clónica, etc. – le permitan alcanzar el supremo ideal de separar incluso estos dos últimos aspectos hasta hoy ligados y llegar a la meta de las tres independencias:

1. Satisfacción sexual pura: variada, especializada, profesional y completamente desligada de la reproducción.

2. Reproducción: asexual en que la transmisión genética íntegra quede garantizada al tiempo que se eliminan del proceso los riesgos del azar.

3. Conjugación patrimonial: mediante alianzas económicas que aporten savia nueva al mismo sobre la base de los acuerdos de intereses, libres ya del engorro que suponen enojosas convivencias, inciertas servidumbres sexuales y riesgos en la reproducción.

martes, 1 de septiembre de 2009

Las costumbres de los Hombres de Presa – I

Amigos, enemigos e indiferentes. Relaciones sociales.

El hombre de presa distingue de entre todos los demás hombres a sus amigos. Jamás les dará el mismo trato que a los otros. A los amigos ni los explota ni los devora. A los amigos los reserva para ofrecerlos en místicos sacrificios humanos a sus dioses.

A los enemigos y rivales los devora según la mágica costumbre ancestral que se basa en la creencia de que, devorándolo, incorpora a sí las virtudes y poderes del adversario. Una especie de bárbara comunión.

Por último al resto de los hombres y otros seres vivos los explota científicamente. Sin odio, sin amor. Con la fría indiferencia de una vieja técnica, comprobada y precisa.

Madrid, diciembre de 1979.