El Ano de la Bestia es un agujero
lóbrego y espantoso de donde nacen todos los Males, que pueblan legiones de
Diablos menores y mayores y en el que se cobijan los criminales más protervos y
desalmados. El Ano de la Bestia emite efluvios pestilentes y letales en forma
de cuescos, capaces, cada uno, de asfixiar a todo un batallón de granaderos. El
Ano de la Bestia expele con cierta frecuencia excrementos pútridos y
descompuestos que no sólo no fertilizan las tierras sino que, muy al contrario,
son capaces de esterilizarlas por centurias haciéndolas pasar de huertas
feraces a detritus de especulación urbanística definitivamente irrecuperables.
Pues bien, nadie tocará Poder en
este Mundo que antes no haya besado el Ano de la Bestia. Cualquiera que haya
sido su legitimación, sufragio popular, sucesión monárquica, cooptación
oligárquica o golpe de fuerza, nadie tendrá Poder de hecho que no haya besado
con devoción y pleitesía el Ano de la Bestia. Ya pueden haberlo votado
cuatrocientos mil, cuatro o cuarenta millones de ciudadanos, si no planta su
ósculo sensual en el centro del Ano de la Bestia no tendrá acceso al Poder. Y
Punto.