Bailar el último vals de la orquesta del Titanic
Jane Goodall entra en la polémica de
las macrogranjas
Habrá que empezar a conciliar
palabras con hechos. No se puede hablar (o legislar) de animales como seres
sintientes y con la otra mano permitir esos pudrideros de cerdos, gallinas o
vacas, como meros engranajes de una máquina infernal de producir carne, leche o
huevos. No se puede ir haciendose la foto con sabios a los que se dan premios y
luego pasarse su sabiduría por el forro de la bolsa testicular. No es tan solo
que se haga de la hipocresía una religión es que se están sembrando las semillas de nuestra
destrucción a medio plazo, envenenando agua, aire y medio ambiente en general;
cargándose la biodiversidad a toda velocidad, y superando todos los límites de
explotación razonable del planeta.
Ayer veía un documental muy
detallado sobre el llamado Antropoceno donde se lanzaban afirmaciones, pero no
se extraían consecuencias. Se decía por ejemplo que este planeta podría
alimentar 10.000 millones de seres humanos (y hoy nos acercamos a los 8.000
millones, y en 1.925 eramos o eran 2.000 millones). Pero en modo alguno se
planteaban que si en 80 años la población había crecido un 400%, y crecer de