Amigos, enemigos e indiferentes. Relaciones sociales.
El hombre de presa distingue de entre todos los demás hombres a sus amigos. Jamás les dará el mismo trato que a los otros. A los amigos ni los explota ni los devora. A los amigos los reserva para ofrecerlos en místicos sacrificios humanos a sus dioses.
A los enemigos y rivales los devora según la mágica costumbre ancestral que se basa en la creencia de que, devorándolo, incorpora a sí las virtudes y poderes del adversario. Una especie de bárbara comunión.
Por último al resto de los hombres y otros seres vivos los explota científicamente. Sin odio, sin amor. Con la fría indiferencia de una vieja técnica, comprobada y precisa.
Madrid, diciembre de 1979.
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