miércoles, 8 de diciembre de 2010

Por una Constitución Republicana, por la III República Española

Por una Constitución Republicana, por la III República Española

Discurso que pronuncié para abrir el acto de afirmación republicana celebrado en el Salón de Actos del Ateneo de Madrid el 7 de diciembre de 2010

La Agrupación Ateneista “Juan Negrín” me ha hecho el honor de invitarme a participar en esta Mesa. Un gran honor para mí bajo el nombre de uno de los republicanos que más aprecio: Juan Negrín, uno de los exponentes máximos de firmeza en la lealtad a aquella institución, la II República Española, que tantas esperanzas populares suscitó y que de tantas y significadas traiciones fue el objeto.

Nací yo cuando España aún se estremecía bajo el espanto de las más viles de aquellas traiciones: 1) la del 18 de julio de 1936, tramada por los terratenientes y los banqueros, alentada por la orientación ideológica más extrema de la jerarquía católica, ejecutada por una fracción desleal del ejército entrenada en la feroz represión colonial, y el fascismo de la Falange, y tolerada y apoyada por el capitalismo internacional disfrazado de sedicentes democracias; 2) la de primeros de marzo de 1939, de Casado, Besteiro y otros, que dieron la puntilla al legítimo Gobierno de la República que presidía Negrín y ofrecieron en bandeja la Victoria y el Genocidio al fascismo en armas. Cuando, inocente, ví la primera luz, mientras me nutría de los calostros de mi madre, el puerto de Alicante se alfombraba con los tristes despojos de los suicidas republicanos, fruto macabro de aquella antepenúltima traición, una vez perdida la última esperanza de rescate en los barcos que nunca aparecieron, y un mes después los republicanos cautivos en aquel Campo de Almendros de Max Aub se comían hasta las cortezas de aquellos árboles.

Fue entonces la arrogancia por las calles, fue la soberbia por las azoteas, la Fuerza, encaramada a las tribunas, que hizo Razón de su Victoria infame y fue la vejación y el vituperio, el baldón de traición de boca de traidores, el martirio, la huida, el desamparo: la catacumba. ¡Y fue para esta tierra un tiempo helado!

Pero esa ominosa Victoria nunca fue completa: en el exterior, pasados los campos de concentración, unos se organizaron en el exilio otros se integraron en la Resistencia y llegaron a entrar en Paris con los primeros de la columna Leclerq, otros dieron su vida en Mauthausen … Y en el interior primero el maquis, más tarde la resistencia obrera en Asturias, en los cinturones fabriles o en las Universidades, con la nueva juventud. No, el franquismo no tuvo tregua: hubo de seguir matando hasta el mismo borde de la tumba del Genocida …

Fue más tarde, muerto éste, en la llamada Transición, cuando quizá por cansancio, quizá por impaciencia de tocar Poder, quizá por desánimo cuando se produce lo que llamaré … – no lo llamaré traición para que nadie se me soliviante - ¿cómo lo llamaré sin herir a nadie ni faltar a la verdad: pragmatismo, resignación, desistimiento, claudicación …? Grave responsabilidad la de quienes en representación moral de las clases populares aceptamos tan asimétrica reconciliación que implicaba el trágala de lo más importante del “atado y bien atado” del legado franquista: la monarquía en la cabeza del heredero designado y criado a los pechos del dictador, la tutela del Ejército aún franquista y los privilegios de la Iglesia católica.

Mi opinión es que , traición o no, resignación, desistimiento o claudicación o pragmatismo, el día que se optó por la Reforma de lo irreformable, el día que se decidió arrumbar la Ruptura con el pasado franquista, el día en que la columna vertebral de la resistencia antifranquista aceptó la Constitución de 1978, ese día y no el 1 de Abril de 1939, se consumó definitivamente la Victoria. Negrín y tantos otros honorables muertos hubieron sin duda de revolverse en su tumba.

Y de esos polvos han venido estos lodos. La Transición en efecto ha sido un proceso fallido: una partitocracia desigual de Herodes a Pilatos, de Cánovas a Sagasta, bajo tutela y vigilancia de los Poderes Fácticos, sin modelo territorial, en efecto, con una Monarquía opaca e inimputable que no responde ante el Pueblo, una Monarquía ya de por sí incompatible con la Democracia por cuanto supone la privatización, la dejación de la soberanía popular en manos privadas como si se tratara de una finca, transmisible por herencia, con una Iglesia incrustada en el Estado, con Gobiernos rehénes de los Mercados que al margen de quien los vote defienden los intereses del Capital. ¿Qué puede decir ante esto el ciudadano medio? Yo diría: ¿Para que pedís el voto, capullos; para qué pedís el voto si calientes aún las urnas os apresuráis serviles a poner el mandato ciudadano a los pies de vuestros amos en Washington o en Wall Street? Una situación podrida, corrupta – y cuando digo corrupción me refiero a la peor corrupción política posible: no la de las tramas de Gürtel, Malaya, Palma Arena o GAL (eso más que corrupción es delincuencia de cuello blanco a gran escala) sino a la que consiste en la violación del sagrado compromiso entre elector y elegido, el programa electoral, en pedir votos para unas cosas y en su lugar hacer cosas distintas, por lo general contrarias a lo prometido y comprometido en el programa -. Una situación corrupta, gangrenada cuyo síntoma más alarmante es el progresivo distanciamiento de la Política por parte de los ciudadanos, poso peligrosísimo para el crecimiento de posturas populistas, demagógicas, xenófobas y finalmente fascistas.

Y cuando sobreviene la gangrena en política la única solución, siempre dentro del espíritu de la Democracia, es en efecto un Proceso Constituyente que trate de recuperar la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad y que desemboque en un justo gobierno en beneficio real de la inmensa mayoría. Y yo no conozco ningún otro modelo constitucional para España que encarne mejor tales anhelos que una república federal, laica, participativa y solidaria.

Ciudadanos. ¡Viva la III República Española!

Francisco Redondo Benito de Valle

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