miércoles, 22 de diciembre de 2010

Reflexiones sobre la no existencia

De acuerdo con las últimas averiguaciones de los cosmólogos el Universo, con sus once dimensiones, diez espaciales y una temporal, pudo haberse originado en un Big Bang hace unos trece mil setecientos millones de años. Antes de ese momento no es que no existiese nada es que no existía ni el tiempo, por lo cual sería tarea vana y contradictoria hablar de ningún suceso anterior, igual que carecería de sentido hablar de puntos de la superficie terrestre de latitud mayor que los 90o Sur o los 90o Norte. A partir de ese momento y tras de una expansión muy rápida de su espacio las nubes de polvo cósmico, irregularmente repartido en su origen, empieza a concentrarse por la acción de la gravedad en galaxias, y estas en constelaciones de estrellas y planetas. En el transcurso de tanto tiempo las estrellas se forman, evolucionan y acaban estallando o colapsándose en agujeros negros. Los estallidos cósmicos dispersan su material, cada vez más complejo desde el punto de vista químico, que a su vez se vuelve a agrupar en nuevas generaciones de estrellas y planetas. A lo largo de tanto tiempo se suceden muchas generaciones de objetos cósmicos, cada uno de ellos como resultado de la concentración gravitatoria de materiales procedentes de las explosiones en que acaban su ciclo los objetos celestes anteriores.

Nuestra galaxia, la Vía Láctea, es de las más tempranas después del Big Bang y se le suele asignar una antigüedad de unos doce mil millones de años. Nuestro sistema solar, y con él el Sol y la Tierra, son, no obstante, mucho más recientes: sólo tienen unos cinco mil millones de años. La vida misma en la Tierra tiene unos cuatro mil trescientos millones de años de antigüedad, mientras que el Homo sapiens vino a aparecer en la evolución tan sólo hace unos tres millones de años.

Pues bien, en los trece mil seiscientos millones de años y pico transcurridos desde el Big Bang hasta mi Little Bang personal, ocurrido el 7 de Mayo de 1.939, yo no existía en absoluto; se empezó a dispersar la materia originaria del Universo y yo no existía; se formó la Vía Láctea y, a pesar de lo que siempre me ha gustado la leche, no acudí a tan blanco reclamo y persistí en mi inexistencia; se formó nuestro Sistema Solar y continué “missing”; se originó y evolucionó la vida, pero nadie me echó en falta; apareció por fin el Hombre, pero seguí inexistiendo – a mi peculiar ADN lo seguían “peinando” -; pasaron las edades de piedra, bronce, hierro y otros metales, y seguía sin aparecer; los hombres se mataban en todos los idiomas, se torturaban en todas las religiones, y yo, sin aparecer.

Y al fin nací en la fecha apuntada, y comencé a existir. Es una costumbre a la que se le coge apego y de la que solo a regañadientes – hay excepciones – se renuncia. Llevo setenta y un años existiendo – casi nada, en comparación con las cifras antes consignadas – y mi pretensión instintiva es que esto siguiera indefinidamente. Pero tengo muy experimentado en cabeza ajena que esto no es posible, por lo que me ponga como me ponga un día acabará mi existencia. Pongamos – y lo firmaría ya si se me garantizara un buen ten con ten y una buena extinción – que eso sucediera el 3 de Octubre de 2.035: habría vivido 95 años, 4 meses y 27 días; no habría estado mal.

¿Y después qué? Pues después, nada. De la misma manera que me las arreglé para no existir, sin que nadie me echara en falta, durante los trece mil seiscientos millones de años y pico transcurridos desde el Big Bang hasta mi Little Bang personal, me haré a no existir – esta vez no sé si alguien me echará en falta, pero eso se agotará en un plazo breve -, me haré a no existir desde mi Little Pluff hasta el definitivo Big Crunch, Big Rip o Hot Dead – según la densidad de energía oscura – del Universo, que dicen que ocurrirá en sólo otros cien mil millones de años. ¡Caramba! Va a ser un poco “pesadito” este segundo periodo de inexistencia. Probablemente el hombre acabará con su especie y, según casos, con la Vida sobre la Tierra – esto sucederá muy pronto por lo que se ve venir -; más tarde puede que la Tierra y otros planetas caigan sobre el Sol, que el Sol se convierta en una supernova y estalle y disperse su materia – y la mía – por el espacio sideral, proporcionando material y mala leche para nuevos soles y planetas, y en un Universo en progresivo desorden, cada vez más caliente o más frío, según el tipo de final a que se encamine, al fin del Tiempo ¿quizá a un nuevo comienzo? Me lo pido algo más amigable.

En resumen, 95 años, 4 meses y 27 días de existencia frente a 113.700.000.000 de años totales de Universo parece la sombra de la sombra de una gilipollez, pero es la mía.

Madrid, miércoles, 22 de diciembre de 2010

1 comentario:

  1. Un poco más tarde puse estas ideas en verso y salió esto:

    Nada seré y siempre he sido Nada

    Antes de aquel deleite vespertino,
    antes de aquel Amor yo no era Nada,
    apuesta impar de la biología
    entre millones de otras planteada:
    el improbable azar de ver casados
    naipes concretos de una Gran Baraja.
    Ni Verbo potencial ni Sustantivo,
    antes de aquel Albur yo no era NADA.

    Mas ¿cómo fue el No Ser entre la bruma
    de aquella negra noche ilimitada?
    ¿Un vacío compacto, un largo tunel
    sin principio ni fin ni madrugada?
    ¿Cero a la izquierda de una incierta coma?
    ¿Nulidad de una cuenta no iniciada?
    ¿Silencio universal antes del Día
    anterior al Big Bang y su algarada? …

    Después nací con sed de eternidades,
    efímero mortal de horas contadas,
    y malgasté el tesoro de minutos
    de mi reloj de ruedas desdentadas.
    Lloré, reí, gocé, sufrí el destino
    de la estrella fatal que me alumbraba
    hasta que ya, sin tiempo entre las manos
    selló la Parca el fin de mi escapada.

    Y otra vez el No Ser, niebla viscosa,
    pulpo sin brazos, canto sin garganta,
    ojo en la oscuridad, voz sin oído,
    corazón sin amor, amor sin alma.
    No ser, pero haber sido: ser memoria
    esparcida, plural, desperdigada,
    evanescente, declinante, huída
    y luego muerta para siempre: NADA.

    Madrid, viernes, 28 de diciembre de 2012
    Francisco Redondo

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