jueves, 26 de febrero de 2009

Centralización, profesionalización. Alienación.

CENTRALIZACIÓN, PROFESIONALIZACIÓN. OTRA VUELTA DE TUERCA DE LA PROGRESIVA ALIENACIÓN.

Madrid, 17-1-1998

Cada vez somos más en esta sociedad de capitalismo avanzado los que vivimos de un salario mayor o menor; los que enajenamos nuestro trabajo, nuestra fuerza o potencia de trabajo y, lo que es más significativo, nuestra creatividad por un sueldo mensual, quincenal o semanal. Cada vez se centraliza más la producción y se centraliza el consumo: la gran empresa y el gran centro comercial. La gran ciudad.

El habitante de las ciudades-dormitorio periféricas hormiguea por las mañanas hasta su nicho tecnológico, donde se inserta con precisión, como un engranaje especialmente formado para su función. Y allí cobra o recobra su dimensión creativa. Encajado en su especializadísima función nadie osaría competir con él. Potenciado por la poderosísima carcasa tecnológica que le acoge en su seno y en él le integra ve su productividad multiplicada prodigiosamente. Nadie, nadie podría medirse con él en su especialidad. Nadie. Ni siquiera él mismo si se le separara de la organización, de la gran máquina en la que se inserta.

Terminada la jornada de trabajo, de vuelta a casa, al barrio, esa persona experimenta una transformación notable: separado de su carcasa tecnológica, ya es incapaz de crear; cosa que no le preocupa porque “fuera de horas” ya no tiene que ocuparse de eso sino de vivir para sí, y de consumir. Sí, nuestro trabajador reaparece súbitamente, después de fichar la salida, como consumidor.

Y como consumidor su actitud es simplemente la de buscar la mejor oferta dentro del abanico de ellas que le presenta el sistema comercial. Es ya una actitud pasiva. El Sistema genera los estímulos suficientes para que adquiera lo que necesita … y lo que no necesita. El consumidor prácticamente no condiciona la oferta. Verdaderos especialistas en “marketing” le superan en cuanto a la investigación de sus propias necesidades y se adelantan al nacimiento del menor de sus deseos. Condicionar la oferta mediante una demanda específica sería por su parte un acto de creatividad “aficionada”, “amateur”, no profesional y condenada de antemano al fracaso, ya que por la misma razón por la que nadie podría competir con él en su papel de especialista en sus horas de trabajo tampoco puede él competir con los millares de “alter egos” que el Sistema incorpora e integra para evitarle pensar en lo que sería mejor para su propia vida.

¿Quiero decir con esto que el hombre actual, en tanto que consumidor, tiene vedada cualquier actitud activa, creativa, independiente? Efectivamente, eso es lo que quiero decir en términos generales. Al hombre de hoy solo le queda optar dentro de una amplia oferta “perfectamente estudiada” para atender a todas sus posibles necesidades según los gustos más variados y las más o menos exquisitas preferencias.

* ¡Pero esto sería terrible y desesperante! Y además … no parece del todo exacto: ¡el hombre dispone de cada vez más tiempo de ocio y sería de esperar que su creatividad independiente tuviera cada vez más oportunidades!
* Aparentemente sí. Pero el Sistema se adelanta implacablemente a estas iniciativas independientes, las atiende y las sofoca. Usted puede cantar, tocar música; pero quién podría competir con las mejores orquestas, los mejores solistas puestos a disposición de todos en todo el planeta, en condiciones muy económicas y con calidades cada vez más perfectas. ¿Quién querrá como alternativa escuchar a un conjunto mediocre de aficionados, tan distante de la calidad de los mejores, ahora al alcance de todas las manos y fortunas, a un conjunto repito de aficionados que hace música, teatro? ¿Quien querrá ver su pintura? ¿Quien podrá competir con la enorme capacidad de centralización cultural de las televisiones? ¡Quién queda fuera de su campo de atención realmente no existe!

¡Pero qué mejor ejemplo a este respecto que el del caso del “bricolage”, con su espléndido crecimiento en nuestros días! “Hágalo usted mismo”, cacarea la consigna. ¿No estamos acaso en el cogollo de una reacción creativa contra el Sistema, que pretende darlo todo hecho?

Pues sí señor. Usted podrá montarse algún mueble, instalarse alguna puerta blindada, arreglar una cañería si tiene espíritu rebelde, o afición, u obstinación. El Sistema por otra parte le suministrará todo lo necesario para que usted lo haga. No encontraremos ni un solo grande almacén o centro comercial que no haya establecido su sección o tienda de “bricolage” en la que usted podrá sin duda encontrar cualquier herramienta o material que necesite, por exóticas que llegaran a ser sus iniciativas. Porque el gran almacén o centro comercial habrá contratado o integrado al menos un auténtico experto en “bricolage” que sin duda sabrá de estos temas mucho más que usted, mi querido “bricolagista” montaraz, porque él será ¡un verdadero profesional! Y seguro que más de una avisada grande editorial publicará en asequibles fascículos mil y una ideas acerca de lo que usted puede y debe “hacer por sí mismo” y hasta creará un club de “bricolage” para intercambio de experiencias, dirigido por expertísimos monitores que le orientarán en todas sus dudas.

Y quien dice el “bricolage” podría decir el coleccionismo, el deporte, el turismo social y hasta la mismísima política “amateur”, aficionada, idealista, desinteresada, sin pretensiones de hacer carrera de ella, de profesionalizarse, de vivir de ella o para ella[1].

En ningún caso pueden ponerse estas actividades como ejemplo de “creatividad independiente” no enajenada al Sistema, no integrada en él. No hay margen para la producción independiente, para la definición cultural independiente, para la creación independiente.

Hasta quizá los años sesenta y poco más, en la sociedad muy incomunicada, aislada, en algunas villas y aldeas de nuestra España rural, se producían expresiones culturales diferenciadas constitutivas de lo que se llamaba “folklore” y que, en sentido extenso, podrían abarcar desde ciertos hábitos productivos: peculiaridades de cultivo y tipos de cultivo o crianza específicos, forma de hacer la matanza, productos típicos, artesanía local, etc., hasta la danza, el canto, las fiestas, las devociones y así. Todas estas actividades realizadas de manera peculiarmente adaptada a la forma de ser y a la biografía de cada comunidad venían a constituir en suma el núcleo fundamental de sus señas de identidad, al tiempo que garantizaban un cierto acceso colectivo a la creatividad. La incomunicación era el aislante que sellaba los contornos del “mercado” o ámbito de influencia de esas creaciones. En este ámbito cerrado a competidores provenientes de “mercados” de más amplia escala estos productos tenían un consumo natural interno, que hacia afuera se filtraba con el marchamo localista, típico y folklórico.

La explosión contemporánea de la comunicación rompió este esquema de pequeñas fronteras abriendo súbitamente todo el país a la competencia de monopolios especialistas en todos los ámbitos de la producción con toda la capacidad de organización, proyección y publicidad del moderno “marketing”. El resultado es de sobra conocido: como un tejido orgánico en el que se rompieran los tabiques celulares, cada individuo de una pequeña comunidad, de un pequeño mercado quedó disperso dentro del gran charco resultante, en el que sólo son capaces de nadar con provecho los grandes tiburones transoceánicos y transnacionales. La sociedad se urbanizó, se hiperurbanizó y la dirección productiva, cultural, científica, política, de comunicación y difusión se hipercentralizó.
En resumen, en la sociedad así resultante, el ciudadano, perdida su antigua identidad cultural, comunitaria y sin crear otra que la sustituya y que garantice su independencia en la nueva situación (lo cual no podría hacer sin transformar previamente a ésta), padece un desdoblamiento esquizoide:

* Por una parte es un trabajador que (cuando le dejan; en otro caso queda excluido, anulado) enajena toda su creatividad al Sistema por un salario, alcanzando en esta actividad una especialización altísima, una auténtica profesionalización.

* Por la otra, es un consumidor pasivo e inerme ante los poderosos medios de manipulación (“publicidad”, propaganda) del Sistema. Su única opción posible es la de adaptarse a la oferta, eso sí, variadísima, que se le hace, sin poder apenas influir (y menos decidir) sobre ella.

Conviene resaltar que esta persona, en cuanto profesional especializado al servicio del Sistema, es su propio limitador cuando consumidor pasivo o ciudadano privado, por cuanto nunca podría osar, y de hecho no puede competir en ningún campo de la actividad humana con los profesionales que le opondría, y de hecho le opone el Sistema, y que no son otra cosa que lo que él mismo es en su propia actividad enajenada.


[1] ¡Óigame! - nos razonarán. - La política es una cosa muy complicada que trata de decisiones de enorme trascendencia para todos. Es imposible formarse una opinión fundada sobre cualquiera de sus temas: OTAN, paro, economía, orden público, enseñanza, etc., sin manejar datos y técnicas que solo sería capaz de dominar un variado equipo de especialistas. Y, además, muchos de esos datos ni siquiera pueden darse al conocimiento público: secretos de la Defensa, del Estado, ya sabe. Usted no puede aspirar a un conocimiento de esos temas como el que pudieran llegar a alcanzar personas que dedican toda su vida a la política: políticos de vocación, de carrera, cuadros “liberados” de los partidos y de los sindicatos. Ya, ya, ya sé que la política es cosa de todos y que la soberanía es del pueblo, pero mire usted, está claro que siempre hay forma de conjugar sus derechos políticos con la creciente especialización de los temas. Faltaría más. Que a demócratas no va a ganarnos nadie a los que creemos en los sistemas de libre concurrencia: con periodicidad razonable, los especialistas políticos de las más variadas tendencias le presentarán a usted ofertas políticas muy estudiadas y adaptadas a todas las preferencias ideológicas (decentes, o sea, correctas, claro), cada una acompañada de un equipo gestor eficiente, convencido … y honesto. Y ahí es donde entra usted con su indiscutible soberanía. ¡¡TODA SUYA!! Ponga todo su cuidado en elegir lo mejor de la feria; mire que es para cuatro años. Y no se preocupe de más. ¡La feria está como nunca! ¡Se presentan las paridas políticas de los mejores especialistas del país! ¡Acuden los equipos de gobierno más preparados! ¡¡TODOS PROFESIONALES, OIGA!!

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